Debes tener una actitud humilde para aprender y crecer en tu negocio. Así lleves 10 años, debes hacer la crepa tan bonita como la que te salió por primera vez.
Catorce de febrero en la Universidad La Salle. A las seis de la mañana con cincuenta y cinco minutos se apreciaban a algunas personas vestidas con prendas en rojo y rosa. Jóvenes universitarias y de preparatoria caminando de un lado a otro con bolsas de regalos, ramos de flores, cajas de chocolates en forma de corazón y muñecos de peluche.
“Güey pero a ver, ¿ahorita me acerco con él y le digo que me gusta o me espero más al rato?”
El establecimiento de crepas, helados y otros antojos llamado “Ananá”, era el centro de atención de varias personas para consentir a sus seres queridos. El sitio lucía con un aspecto sombrío. Había un vidrio traslúcido que apenas dejaba ver unas estanterías y unos vasos pequeños.
“¿Qué onda? Ya son casi las 7:40 y no abren. No me va a dar tiempo de comprarle su crepa a Fer”.
Pasados unos minutos, llegó la primera empleada del lugar. Cuando entró al establecimiento se encendieron las luces. Las paredes rosas de Ananá se iluminaron. Diez minutos después llegaron otras tres chicas al lugar. Adriana, quien lidera a sus compañeras, traía consigo una sonrisa grande. La fuerza de su voz al contarles chistes a sus colegas era tal que llamaba la atención de los que estaban alrededor.
Al entrar todas al lugar, comenzaron a trabajar en las actividades previas a la apertura del negocio.
“Pues ahorita hacemos de todo, Ro. Barremos, picamos fruta, limpiamos la barra, preparamos todo lo necesario. En la tarde ya es cuando nos dedicamos a hacer toda la producción de mezcla para las crepas. La que ocupamos para hoy está lista desde ayer.”
Las chicas de Ananá se pusieron manos a la obra. Caminaban de un lado al otro, soltaban risas y hacían bromas. El momento se amenizaba todavía más con la música que se escuchaba en la tienda. A las 8:30 de la mañana, el puesto estaba oficialmente abierto.
“Me gusta venir y convivir con mis compañeras. El ambiente laboral que tenemos entre nosotras es muy bueno. Desde el trato con nuestro jefe, que es hombre, hasta entre las que estamos aquí en la universidad, nos llevamos bastante bien”.
Al sonar la campana que indicaba el descanso para preparatoria, se vino la primera ola de clientes para el local. Crepas de nutella, nutella con fresa, chocolate caliente, crepa de mazapán y algunas otras saladas, dieron el banderazo de salida para las primeras ventas.
“La verdad es que en los momentos donde si tenemos a muchos que atender, de repente si nos decimos como: “¡quítate!” o “¡ahí te voy!” Ja, ja. O a veces nos llegamos a empujar, pero no porque nos caigamos mal o así, sino que, por el rush del momento, andamos de aquí pa’ allá.”
Para el mediodía se notaban más universitarios en la zona. Las ventas variaron entre los descansos cortos de preparatoria y los administrativos que se acercaban. A partir de esta hora, se comenzaron a vender papas, aguas frescas, cocteles de fruta, crepas saladas y algunas crepas dulces.
Los clientes mostraban distintas actitudes: algunos eran muy alegres al pedir su orden, otros lo hacían de manera muy seca. Sin importar la ocasión, las chicas de Ananá siempre se lucían con su eficacia y atención por entregar lo que se les pedía.
“Con los chavos nunca hemos tenido ningún problema. O sea a veces si llegan y te ordenan como a las prisas, pero entendemos que o están en exámenes o simplemente estresados y pues digamos que no hay problema con eso. La verdad son contados los casos en donde si son medio groseritos.”
“Por ejemplo, los administrativos luego llegan con una actitud prepotente, casi casi tronando los dedos, diciendo: “¿Y lo que te pedí? ¿Por qué no me lo mandaste?” Todavía si fuera con un trato respetuoso; aún así no dejaré el puesto y descuidar a los clientes. Hay otras autoridades como los Hnos. Lasallistas, que ellos siempre nos han dado un buen trato. Nos hacen sentir como parte de La Salle”.
Pasadas las tres de la tarde la clientela baja considerablemente. Sin embargo, el personal de Ananá siempre mantuvo una actitud proactiva. Platicaban, acomodaban material o continuaban preparando los insumos necesarios.
A las cinco y media de la tarde, Adriana salió del establecimiento para recoger todo lo necesario para preparar la producción del siguiente día. Recibió a los proveedores con una sonrisa. Cargó todo su material al “diablito” que traía y lo llevó hasta el local.
El resto de la jornada, las chicas de Ananá se dedicaron a producir mezcla y seguir atendiendo a su clientela. Algunas interacciones con los universitarios eran más destacables que otras. Las chicas llegaban a conocer los nombres, o incluso llegaban a platicar del día.
A las 9:30 de la noche comenzaron a levantar todo lo necesario: guardaban la fruta en refrigeradores, lavaban las parrillas de las crepas y trapeaban el espacio de trabajo. Dejando todo listo para la jornada del siguiente día.
“Un consejo que yo les doy a todas aquellas que desean emprender, es que le echen muchas ganas, no entren con ganas de imponer o mandar, porque al final eso no trae nada bueno. Debes tener una actitud humilde para aprender y crecer en tu negocio. Así lleves 10 años, debes hacer la crepa tan bonita como la que te salió por primera vez, hablando en este contexto. Es super importante crear un vínculo con quien estás atendiendo. Yo les digo a las chicas que siempre procuren poner atención a lo que la gente pide.”
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